lunes, 1 de junio de 2015

Ahorrar, ahorrar

Agustín Edwards del Río: "Entre 1981 y 2014, la rentabilidad promedio de los ahorros previsionales fue del 8,58% por sobre la inflación. ¿Alguien realmente piensa que el fisco habría tenido el talento y la fuerza de voluntad para lograr este retorno para las personas? Posiblemente no..."
El "Imperio del Mal" ("The Evil Empire"), como lo llamaba Ronald Reagan, tiene clara la película: buscará quitarnos los ahorros personales, porque los ahorros nos dan autonomía. También tratará de desprestigiar la política y las instituciones democráticas. Luego tomará el control y cerrará las fronteras. 
¿Ejemplos? En Argentina, el gobierno les ordenó a las Administradoras de Fondos de Jubilaciones y Pensiones (AFJP) comprar papeles de las empresas públicas, luego que estas habían sido desfalcadas, y sus planillas de sueldos infladas con personas más cercanas a la política que al giro de esas empresas. En Venezuela, el gobierno les negó el acceso a divisas a las líneas aéreas, y estas se vieron obligadas a dejar de ir a Caracas, porque sus montañas de bolívares no servían para nada.

Para todos es difícil ahorrar, porque implica postergar consumo. Por eso es tan increíble lo que se hizo en Chile en 1981. Ese año los chilenos partieron ahorrando el 10% de su sueldo para su propia jubilación. Una suerte de cuenta de ahorro personal para la vejez. En ese momento el Estado también se hizo cargo del pago mensual de toda la población ya jubilada y de los bonos de reconocimiento para quienes ingresaron al nuevo sistema con fondos generales de la nación. 
Es difícil para nosotros dimensionar la magnitud y lo difícil que debe haber sido tal decisión en el Chile de entonces. Son muchos los países que hoy quisieran dar ese paso, pero no lo hacen por la dificultad de hacerse cargo de sus jubilados actuales. Sé que es políticamente incorrecto hablar bien de algo hecho durante el gobierno militar, pero seamos honestos: la formación en 1981 del sistema de pensiones chileno, las AFP, fue algo increíble, de una audacia y una modernidad que sorprende aún 34 años después.

Las AFP chilenas tienen, al mes de abril de este año, US$ 174.000 millones de ahorros en administración, y un dato decidor: de ellos, solo US$ 63.000 millones fueron aportados por los trabajadores; el resto, US$ 111.000 millones, es producto de retornos financieros de los dineros invertidos. Entre 1981 y 2014, la rentabilidad promedio fue del 8,58% por sobre la inflación. Bravo. 
Los ahorros previsionales están hoy bien invertidos y bien administrados. ¿Alguien realmente piensa que el fisco habría tenido el talento y la fuerza de voluntad para lograr este retorno para las personas? Posiblemente no. Pero, lo más preocupante: ¿hay alguien que descarte que el Estado no está hoy estudiando la forma de quitarles sus ahorros previsionales a los chilenos con un sistema de reparto?

Debemos defender nuestros ahorros previsionales. Pero para hacerlo debemos también reconocer y corregir las falencias del sistema. La mala noticia es que, a pesar de lo ahorrado y del retorno obtenido durante todos estos años, el fondo acumulado no es suficiente para generar un nivel de pensiones adecuado. 
Una pensión adecuada debería poder asegurar un sueldo equivalente al 70% de lo ganado en los últimos 10 años de vida laboral. Dinamarca y Holanda logran esos números. Chile hoy solo alcanza entre el 40 y 50%.

Varias cosas nos penan. Algunas son culpa nuestra, otras no. La expectativa de vida de los chilenos aumentó y no subimos la edad de jubilación. Equivocadamente permitimos que muchos trabajadores independientes no ahorraran para su vejez, y otros que pudieron jubilar anticipadamente lo hicieron, y hoy se encuentran sin el pozo necesario para enfrentar una jubilación digna. También hicimos que las mujeres jubilaran cinco años antes, sin reparar en la mayor expectativa de vida que ellas tienen. 
¿En qué estábamos pensando? Desde el año 2008, hay mucha liquidez en el mundo, la tasa de interés global bajó, y nosotros no subimos el 10% del sueldo que destinamos para nuestra jubilación. Es hora de que nos pongamos en campaña para subir fuertemente el ahorro personal y el previsional, o nos va a "comer el cuco". Y no es chiste.

Uno se inclinaría por que el Estado chileno vendiera activos, y que la rentabilidad de este fondo se destinara a aumentar las jubilaciones. Una especie de fórmula noruega. También sugeriría que el Estado incentivara a que los padres abrieran una cuenta de ahorro previsional para sus hijos al nacer -concurriendo, por ejemplo, con la misma cantidad ahorrada cada vez que los padres hagan un depósito-. Aprovechar esos 20 años de tiempo extra haría una enorme diferencia al momento de jubilar.
 Otra sugerencia sería que se facilitara un "leaseback" con las viviendas para ayudar a las personas en sus últimos años. Pero estas ideas parecen poco probables de implementarse, dados los vientos de hoy. En cambio, no tengo duda de que las personas tendrán que guardar una proporción mayor de su sueldo (¿15% quizás?) y postergar su jubilación (¿hasta los 70 años para todas y todos?). 
Las empresas tendrán que hacer un esfuerzo diseñando trabajos a tiempo parcial e incorporando adultos mayores. El Estado chileno también tendrá que ser más generoso con los más pobres y los servidores públicos y ayudar a que el mercado produzca bonos a 30 años para las rentas vitalicias.

Raya para la suma: antes de que podamos descansar, los US$ 174.000 millones ahorrados para las pensiones, que hoy representan el 70% del Producto Interno Bruto (PIB), tendrán que duplicarse a 140% del PIB. Y más vale que partamos antes que después.

Agustín Edwards del Río 

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