lunes, 24 de marzo de 2008

La Tumba Vacía y El Corazón Lleno

Muchas veces oímos decir que la Iglesia es "retrógrada" y que "no va a la par con los tiempos", en contraposición a la ciencia, la tecnología y el mercado, que avanzan a velocidades cibernéticas y se adelantan con sus novedades.
Y antes que nadie, se acercan a los secretos de la vida, acaparan los medios de comunicación y manejan estadísticas que deciden quiénes son los mejores y cuál es la verdad. El mercado zanja qué se va a plantar en los campos, dónde se invertirán los recursos y cuáles son las necesidades. La ciencia avanza implacablemente inmune a toda crítica dejándonos la sensación que en cosa de tiempo nos develará todos los misterios de la vida. La tecnología crea aduladores aparatos que prolongan nuestros sentidos y nos seduce con la idea de someter todo al capricho humano.

No sólo pareciera que la ciencia, la tecnología y el mercado no tuvieran límites, sino que también invaden y van acaparando todos los espacios de la vida humana. Le asigna valor sólo a lo que produce, a lo cuantificable y lo tangible, lo demás, es pérdida de tiempo, superstición, consuelo de los débiles u opio del pueblo.

Así, lo gratuito, la mística y la piedad y todo lo más propiamente humano, va quedando relegado a escasos momentos de la vida y en el ámbito de lo privado. El ser humano sin referencia a Dios pareciera que corre más rápido pero sin saber a dónde va. Sólo se puede asomar al sepulcro vacío y únicamente ve en él rastrojos de difunto, no puede entrar en él: "Asomándose al sepulcro, vio las vendas en el suelo, aunque no entró".

Sin embargo, la "lenta Iglesia", la que los "modernos" acusan de retrógrada y se mofan porque "llega tarde", es la única capaz de entrar en la tumba vacía, meterse en el misterio del ser humano, tocar sus miedos, dolores y anhelos más profundos e invitar a la humanidad a entrar en él: "Luego entró el otro discípulo, que había llegado antes al sepulcro: él también vio y creyó".

Ser testigos de la resurrección, en una cultura arrogantemente científica, tecnológica y mercantil, que desprecia todo lo que ella no es capaz de comprender, significa tener la libertad y la humanidad de atreverse a entrar al misterio de Dios. Es en "El primer día de la semana, de madrugada, cuando todavía estaba oscuro"; entrar al misterio de la tumba vacía "ver y creer", más allá de lo tangible, de lo cuantificable y vendible. Y así comprender todo lo que todavía no se ha comprendido según el sentido del evangelio.
Felipe Berríos S. J.

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-« ¡Ay de vosotros también, maestros de la Ley, que abrumáis a la gente con cargas insoportables, mientras vosotros no las tocáis ni con un dedo! »